Frases de Virginia Cantó

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Frases de Virginia Cantó
La primera vez que te besé, comprendí que mis huesos y mi piel habían vivido siempre sin conocer su  verdadera anatomía.
Mientras te alejabas, te volviste media luna para decirme adiós. Pero yo ya no observaba tu cuerpo, ni el vaivén de tu mano. Observaba la interrogación del adverbio de tiempo que nos separaría.
Lo llaman celos, pero lo cierto es que es ese tamiz de angustia que nos paraliza ante la duda y la libertad.
Aunque tú no lo quieras, aunque te marches sin conciliar tu libertad con mi deseo, una parte de ti, ya por siempre, se quedará conmigo.
No era el adiós, ni el vacío, ni el silencio que dejaste cuando te fuiste. Era el vértigo de aprender a convivir de nuevo con mi vida.
Aunque el amor no nos salva ni nos hace más fuertes, junto a ti siento el dulce espejismo de la inmortalidad.
Dicen que el amor no entiende de fronteras, ni de mapas, ni de ciudades. Yo no sé si es verdad, porque lo cierto es que en ti, he hallado el centro de mi geografía.
El desamor tiende a magnificar los recuerdos, la recreación del tacto, los instantes felices. Pero no es un pretexto para sobrellevar el pasado, sino un mecanismo para aprender a convivir con el futuro.
El primer amor, como una gripe, nos suele sorprender con los labios tibios y el corazón desabrigado.
Cuando uno comprende que el amor es cuestión de batallas, empieza a contemplar la posibilidad de la derrota.
La primera vez que te vi, comprendí que era cierta esa extraña vocación de pertenencia que sienten los que aman.
Podría encontrar cien razones para amarte, cien motivos repletos de ti y de obviedades. Pero este solo instante, este solo gesto de unos ojos que ríen mientras te hablo, es suficiente para justificarme.
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